Hubo un tiempo en que lo que se veía de la tierra era una semiesfera -el aquí- en torno a lo que giraba el día y la noche según el movimiento circular de un Sol que efectivamente "se mordía la cola".
Esta realidad, esta evidencia cotidiana fue representada por medio de una serpiente porque la serpiente al cambiar de piel se rejuvenece constantemente. Este proceso es la fuerza primitiva de la vida, emblema de la potencia creadora misma.
El símbolo del ouroboros representa el eterno renacimiento, pues sugiere que al fin le corresponde un nuevo comienzo en constante repetición; que el final de un camino o de un proceso significa siempre un nuevo principio; resulta una expresiva metáfora de una repetición cíclica que significa la circulación de los tiempos, el fin de los mundos y nuevas creaciones, del morir y del renacer, en síntesis, de la justificada esperanza.
El mito del ouroboros, contiene las ideas de movimiento, continuidad, la continuidad de la vida. Fue también usado en Egipto, tanto en los sarcófagos del Imperio Nuevo como en el Libro de los Muertos, indicando el curso cósmico en un tiempo infinito. Como símbolo de la eternidad fue adoptado también por la alquimia y la francmasonería, pero también se encuentra en el arte sepulcral cristiano, en el arte del Benín, en un sello de la Theosophical Society, el Codex Marcianus, y en el Book of Lambspring, entre otros.
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